Por Tomás Onorato | @Onorato_Tomas
Un piso en zig zag, un thriller de medidas tragicómicas, un telón rojo profundo, una historia de romance. Twin Peaks es la firma de uno de los cineastas más icónicos de los últimos tiempos. Esta obra de David Lynch se mantiene a fuego caminante en la mente del público a 28 años de su estreno, en abril de 1990.
![Fotografía: Germán Romani](https://static.wixstatic.com/media/16da5e_9298ccd892e94b4da6c1cf1a38d379cf~mv2.jpg/v1/fill/w_720,h_480,al_c,q_80,enc_auto/16da5e_9298ccd892e94b4da6c1cf1a38d379cf~mv2.jpg)
Esa intensidad que consiguió el estilo del director de 72 años nutre Todo excepto todo, la nueva obra que se presenta en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD). Dotada de un extenso y polifuncional elenco, la pieza dirigida por Julieta De Simone y Andrés Molina logra mezclar con dinamismo las sensaciones que genera el thriller estadounidense.
“Nos involucramos a fondo con el universo de la aclamada serie Twin Peaks, mediante la cual, sin intentar representar trama alguna, decidimos jugar…” reza la presentación de esta propuesta. Y es que la comedia, mezclada con la nostalgia, es el bastión principal de la obra. Los diálogos recuerdan escenas en retrospectivas muy creativas, ya sea con múltiples intérpretes del querido Agente Especial Cooper o tonos en español neutro que invitan al espectador a criticar con risas los contenidos extremadamente hollywoodenses que consumimos.
En 75 minutos son resumidas sin orden ni vergüenzas las tres temporadas que se emitieron tras el misterioso asesinato de Laura Palmer. En ciertos momentos con especial recelo sobre cada detalle, como sucede en la actuación de la madre de Laura. En otros, con descabelladas puestas en escena con en un estilo de musical.
La personalidad de Todo excepto todo radica en su escenografía y sus transiciones. Ahí es donde verdaderamente se puede ver la devoción sobre ciertos íconos de Twin Peaks. Se destacan, principalmente, las variadas narrativas de las múltiples escenas del personaje que encarnó Kyle McLachlan en los ‘90.
En paralelo con las risas y el drama groseramente telenovelesco, el elenco se turna para musicalizar toda la función. Un bajo, una batería y un órgano, sumados a más de 20 voces, llenan los oídos del público de la misma forma que Ángelo Badalamenti supo hacer en compañía de David Lynch. Además, se toman ciertos permisos para entretenidas tonadas de jazz.
Finalmente, las rosas son para los actores y actrices. No hay límite en su valentía de apreciar la serie que identifica a más de una generación, mucho menos a la hora de bailarla o ridiculizarla. Entrega y sintonía entre ellos y para con el público hace de Todo excepto todo una celebración entrañable del fenómeno Twin Peaks.
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