Por Tomás Onorato | @Onorato_Tomas
El arte y su mercado son dos fenómenos muy distintos. Mientras uno se exhibe y lucha por
sobrevivir a la falta de interés, el otro se pavonea por las noticias con ventas millonarias.
Todos sabemos de las continuas transacciones de cuadros entre altos estratos de la
sociedad. Más de una vez hemos visto críticas en el cine o las series, donde una persona
común lanza un par de pinceladas para que luego su obra sea vendida a elitistas crédulos como “lo que se viene” o un “artista emergente”.
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En el último mes, dos hechos atravesaron a la industria de las galerías y los atriles, llenando
diarios de todo el mundo y poniendo en evidencia un cambio en los intereses de los
compradores.
El 5 de octubre, la acaudalada casa de subastas neoyorquina Sotheby’s quedó abrumada
mientras veía como el cuadro más conocido del artista clandestino Banksy, Girl with a
balloon (Niña con un globo), era triturado segundos luego del golpe del martillo que lo
había valuado en 1,4 millones de dólares. El referente mundial del street art compartió el
momento en sus redes sociales, acompañado de un video que lo mostraba armando el
cuadro triturador.
"Banksy no destruyó una obra de arte durante la subasta, sino que creó una", afirmó en un
comunicado Alex Branczik, jefe del departamento de arte contemporáneo de Europa en
Sotheby's. La nueva pieza fue rebautizada como Love is in the bin (El amor está en la
basura) y se especuló que su valor podría hasta duplicarse.
El segundo episodio ocurrió el 25 del mismo mes. Christie’s, la casa de subastas que
compite con Sotheby’s en Nueva York, vendió el primer cuadro creado por una inteligencia
artificial por 432 mil dólares.
Portrait of Edmond of Belamy (Retrato de Edmond de Belamy) fue creada por el grupo
Obvious, un colectivo conformado por un ingeniero, un empresario y un artista parisinos que
experimentan con el arte y la tecnología. Para ello, se necesitó una base de datos de 15 mil
cuadros hechos entre los siglos XIV y XX. La máquina construyó miles de cuadros a fuerza
de prueba y error hasta que sus creadores seleccionaron 11 piezas finales.
Pero... ¿Es posible considerar a un algoritmo como autor? La venta no fue bien recibida por
los críticos. La ex escritora del Buenos Aires Herald y curadora independiente Alina Tortosa
considera que “por el momento no se puede valorar una obra sin tener en cuenta su autor. Quien la propone la considera un medio o el origen de algo. El algoritmo no se presenta a sí
mismo.”
A ella se suma el ex director del Palais de Glace y licenciado en Historia del Arte Julio
Sapolnik: “El cuadro remezcla informaciones conocidas y cuando hablamos de arte estamos
hablando de creación. Acá, la inteligencia artificial fue alimentada con datos conocidos.
Reconozco los parámetros de lo que es el arte figurativo, el claroscuro, la búsqueda de
volumen, entre otras lecturas tradicionales que ya conocía.”
Ambos hechos fueron quiebres históricos para los pintores y pintoras alrededor del globo.
Aunque más aún para el mercado. “No me asombra la innovación del grupo Obvious. Sí los
récords de dinero a lo que llegó la subasta” cuenta la licenciada en Artes Visuales Claudia
del Río. A lo que agrega: “El sistema todo el tiempo necesita producir este tipo de
fenómenos, que son entre discursivos, económicos y capitalistas, para autoproclamarlos
como de vanguardia. El efectismo de las subastas muestra en el fondo la decadencia del
sistema”.
Sapolnik lo llama "La tiranía de lo nuevo” donde “no se valora el desarrollo de una obra,
mientras que el próximo mes haya alguien nuevo para consumir en la noticias y las
colecciones”.
Finalmente, el máster en Cultura Argentina condena: “Este fenómeno produce una
separación entre la cultura y la gente, lo peor que nos puede pasar. Cuando la cultura es
visitada, genera la aceptación de lo que no nos gusta, la convivencia con el pensamiento del
otro. Pero si la cultura se distancia, se vuelve hermética, se divorcia el arte de la
sociedad. Así nacen los sucedáneos y las galerías vacías."
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