Por Felipe González | @Feli_Gonzalezb
De Felipe Contepomi a Nico Sánchez, de Daniel Hourcade a Mario Ledesma, de Raúl Pérez a Gonzalo Quesada. La transición deportiva más importante de la última década. Cuando los logros hablan, las palabras sobran.
"Proyecto", "Derrota digna", "Sólo sirve ganar" son lugares comunes que se escucharon muchísimo en el último tiempo. Para aquellos que vivimos esta época del deporte y no a Maradona, Fangio, Hugo Porta o a los grandes boxeadores como Monzón y Bonavena es muy común escuchar la crítica fácil, esa que no entiende de cómos, sino sólo de resultados. Pero, desde el 2007 hasta acá hay una disciplina que no paró de avanzar: el rugby.
En tiempos en los que sólo importa Messi y la sombra de Maradona, donde Luciana Aymar fue la más grande por ganar todo y en la semana en que se retiró el mejor basquetbolista argentino de todos los tiempos, Manu Ginóbili, Los Pumas cosecharon un triunfo histórico en Mendoza frente a Sudáfrica que los coloca en un lugar importante de cara al mundial de 2019.
Proyecto, qué palabra tan clicheada, la buscamos para todo. Cuando hay un problema en cualquier deporte se recurre a decir que no hay proyecto, que se necesita uno. Cuando no se dan los resultados, se culpa a un mal proyecto o, peor aún, se deja de ver eso que se trabajó para llegar al lugar en el que uno se sitúa. "Ganar no es lo más importante... es lo único", dice un viejo axioma del deporte. Cuántos errores en esa frase, cómo se ríen los Pumas.
Pumas de bronce, corazón de oro se tituló el documental que marcó una generación de ídolos como Agustín Pichot (el capitán), Felipe Contepomi (el máximo anotador) y los drops de Juan Martín Hernández, entre otros. Y después de aquel tercer puesto en el mundial 2007, muchos creyeron que se acababa una era en el rugby argentino, pero no fue así. Ese fue el principio de algo mucho más grande.
Así vinieron otros proyectos como la incorporación al torneo más competitivo después del mundial, el viejo Tres naciones, hoy Rugby Championship. Argentina se sumó a jugar contra los mejores del hemisferio sur: Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia (en ese orden jerárquico). Primero, como amistoso de los que tenían fecha libre, y ahora ya como rival directo.
Cuando el público de los Pumas creía que el seleccionado iba a ir a sumar experiencia y pasar vergüenza, el equipo argentino sacó a relucir su arma más poderosa: su corazón y su estirpe. Así con un proyecto comandado por el gran Daniel Hourcade con figuras como su actual capitán Agustín Creevy, Leonardo Senatore y Juan Martín Leguizamón se fue conformando un nuevo PROYECTO.
Ese proyecto tan bastardeado en otros deportes fue llevado a cabo con gran impulso de la Unión Argentina de Rugby (UAR) y logró que el plantel nacional tuviera por primera vez una franquicia en el Super Rugby, la liga de equipos más importante del hemisferio sur. Los Jaguares se sumaron al viejo Super 15 para volver más competitivo y afianzado al equipo de los Pumas comandado por Hourcade. Eso sí con una premisa fundamental, para jugar en la selección hay que jugar en los Jaguares. Así, quedaron afuera del equipo, que hoy dirige Gonzalo Quesada y que comenzó siendo coacheado por Raúl Peréz, muchos de los jugadores argentinos que se destacan en Europa como el chipi Figallo (convocado hace poco por urgencia), Santiago Cordero (una de las flamantes apariciones del último mundial), entre otros.
Una vez más, la selección dio un nuevo golpe de efecto al asentarse en su segundo torneo (2017) y este año concluyeron el semestre con seis triunfos al hilo bajo la conducción de una figura destacada: Mario Ledesma, el puma que fue el mejor Hooker del mundial 1999. Precisamente si toca hablar de proyecto los Jaguares armaron uno de la mano de su nuevo entrenador. El equipo se asentó en las formaciones de la mano del especialista, se hizo un equipo contundente para defender y efectivo para golpear en los momentos indicados.
Finalmente, tras la polémica en el despido de Daniel Hourcade de los Pumas, el técnico de la franquicia argentina del Super Rugby asumiría el rol de técnico del seleccionado nacional. En sólo dos partidos, ya se pudo ver la mano de Ledesma. Primero le dio un lugar de preponderancia al capitán del equipo Agustín Creevy. En segundo lugar, armó un equipo defensivamente implacable. Y en tercer lugar, se puede observar que, de la mano del queso Quesada (ayudante del cuerpo técnico), la pegada de Nicolás Sánchez se vio inmensamente mejorada y el tucumano apertura va camino a ser uno de los anotadores máximos de los Pumas.
En conclusión, en un mundo tan efímero y de tal vorágine es difícil pensar un proyecto de tal magnitud. Si se tiene en cuenta que el rugby en Argentina es un deporte amateur, que además toma mucha más fuerza en el interior, y que encima lleva 11 años creciendo a cargo de una federación que no hace más conquistar logros históricos, hay que sacarse el sombrero por todo lo que se alcanzó. Eso sí, habrá que revisar la situación de los jugadores que militan en Europa si se piensa en conquistar el tan ansiado mundial porque la riqueza de muchos de ellos es invaluable. Poner en duda el amor que siente cualquiera de los que se destacan en el viejo continente por la camiseta albiceleste es algo insólito.
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