Por Andrés Scarola | @AndyScarola
En medio de un clima político complicado, con el fenómeno Odebretch latente, Lula da Silva en prisión, y una crisis institucional considerable, el representante de la ultraderecha brasilera, Jair Bolsonaro, se impuso en las elecciones y será el nuevo presidente del gigante sudamericano desde el próximo 1° de enero. Venció al candidato por el Partido de los Trabajadores Fernando Haddad.
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En la primera vuelta, el ex militar y representante del Partido Social Liberal había cosechado 49 millones de votos, número que creció a más de 58 millones en la segunda vuelta. Haddad, por su parte, tuvo un crecimiento mayor para el mano a mano -pasó de 31 millones a 47- pero no le alcanzó.
El sistema político brasilero, que mostró una cierta estabilidad hasta hace unos años, se vio fuertemente azotado por los mega escándalos de corrupción, que luego se manifestaron en una increíble pérdida de credibilidad en los partidos tradicionales. Según Sergio Rotondo, politólogo especializado en relaciones internacionales, la operación Lava Jato fue la principal causa que elevó a Bolsonaro a la superficie política. “Esto puso a la corrupción en uno de los primeros órdenes o una de las grandes demandas de la sociedad en cuanto a la transparencia, y el equipo de Bolsonaro leyó bien aquello que estaba demandando la sociedad y lo propuso como parte sustancial de su campaña electoral”, sostiene Rotondo.
Mariano Beldyk, politólogo y periodista especializado en política internacional, apoya la postura y añade: “descubrieron en Bolsonaro la posibilidad de votar a alguien distinto, a alguien que no está manchado por los escándalos de corrupción. Al ser de un partido menor, o un personaje muy marginal, nunca participó de esos acuerdos porque tampoco le dieron cabida ni lo necesitaban, y todo eso le terminó jugando a favor”.
Por más de no ser la más racional, Bolsonaro encarna la opción perfecta en momentos de crisis, discurso más efectista, que busca animar las pasiones de la población.
En esos 58 millones de votos que le dieron la posibilidad de tomar las riendas del país el próximo año se encuentran jóvenes que –por desconocimiento, influencias o convicción de cambio- no ven una salida en los políticos tradicionales y optaron por un voto-castigo. Asimismo, las clases medias y altas, sobre todo de las ciudades más importantes, cansadas de sufrir inseguridad y violencia cada vez con más frecuencia, se ciñen en esta postura y creen que la mano dura que promueve Bolsonaro terminará con el crimen organizado en Brasil, muchas veces aliado a la política.
“Pese a su discurso –completa Beldyk- lo votó un montón de gente que todavía piensa que quizás en Brasil los negros son pobres y viven del Estado y no deberían serlo, ni favorecerse sólo por el color de la piel. En definitiva, lo votó un montón de gente que piensa como él en temas racistas y de misoginia, y hasta de nostalgia con la dictadura, que creen que no hubo crímenes”.
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Otro importante sector que impulsó la figura de Bolsonaro fue la comunidad católica. Con su política de prohibición de una enseñanza escolar que plantee el tema de la identidad de género, el rechazo a los homosexuales y la negación absoluta a la legalización del aborto –una lucha con fuerza creciente en toda América Latina- sumado a su ponderación de Dios por encima de todo, el flamante presidente supo qué decir y cómo convencer al sector.
Su primer acto público como presidente electo fue justamente en un culto evangélico en Río de Janeiro, donde aseguró que tiene la certeza que no es el más capacitado, “pero Dios capacita a los escogidos”. Durante su discurso, que pronunció al lado de Silas Malafaia, uno de los más influyentes y conservadores pastores del país, se emocionó y completó: "Quiero agradecer también a Dios por esta misión, porque Brasil está en una situación un tanto complicada, con crisis ética, moral y económica”.
¿Cuáles son sus principales políticas?
El Partido Social Liberal propone una reformulación del Estaturo de Desarme, aprobado por gobiernos anteriores, con el objetivo de reducir los límites para la posesión de armas, ya que "son instrumentos, objetos inertes que pueden usarse para matar o para salvar vidas", según el Partido.
En sintonía con esta posible medida, otra de las promesas electorales de Bolsonaro es una especie de inmunidad para los policías en ejercicio de su actividad profesional. Si durante una operación policial un agente comete un crimen, éste no será punible, según explicaron medios brasileros. Además, buscará bajar la edad de imputabilidad a 17 o 16 años, aunque en un principio se pensó en 12.
Siguiendo con las políticas de seguridad, Bolsonaro también quiere ampliar los delitos tipificados como terrorismo. Uno de los nuevos actos en esta categoría serían las invasiones a propiedades privadas tanto rurales como urbanas, que serían penadas con hasta 30 años de prisión.
Por otro lado, el futuro presidente argumenta que no debe tomarse el riesgo de que los indígenas “se vuelvan territorios independientes dentro de Brasil”, por lo que pretende acabar con las concesiones de tierras, y podría revocar hasta 129 que ya aprobaron administraciones anteriores.
Por último, una de las medidas que más afectaría al futuro de la sociedad brasilera, y más aún si se lo analiza en el contexto latinoamericano, es prohibir la educación sexual y la enseñanza de la identidad de género en las escuelas. Se trata de “acabar con el adoctrinamiento” y la “sexualización precoz” en las instituciones. Se buscará volver a la educación de los tiempos dictatoriales, con las disciplinas de Organización Social y Política Brasileña y Educación Moral y Cívica.
En el área económica, el partido liderado por Bolsonaro buscará privatizar empresas estatales y achicar el déficit, mediante la eliminación de planes sociales. Su equipo confirmó que reducirá el número de ministerios de los 29 actuales a la mitad, augurando una descentralización del poder y reducción del tamaño del Estado. Fusionarán las carteras de Agricultura y Medio Ambiente para crear un gran Ministerio de Economía, que asumirá las responsabilidades que ahora se reparten entre Hacienda, Planificación e Industria y Comercio Exterior.
Haddad no es Lula
En sus teorías sobre liderazgos, el filósofo Max Weber habla de un tipo de líder “carismático”, al que sus seguidores le atribuyen condiciones y poderes superiores a los de otros dirigentes. Sostiene que dicho carisma es intransferible, por lo que un líder no puede ceder todo su carisma a otro, aunque comparta su ideología. El ejemplo perfecto se aplica en Brasil. “Creo que hubiera sido otra la historia con Lula da Silva en libertad. No hubiera sido una elección menos polarizada, pero sí muchos hubieran elegido votar a Lula porque él tiene un voto cautivo que es propio y va por fuera del partido de los trabajadores”, argumenta Mariano Beldyk. Por su parte, Sergio Rotondo completa el análisis y desliza una analogía con el gobierno kichnerista en las últimas elecciones presidenciales argentinas: “Desde ya que el carisma no es transferible. Haddad no es Lula, como ninguno de los líderes puede transferir su carisma ni su personalidad a otro candidato. También lo podemos leer en la Argentina de tres años atrás, en las elecciones de 2015: [Daniel] Scioli nunca fue Cristina [Fernández de Kirchner]”.
¿Qué pasa con Argentina?
Cómo será la relación entre Bolsonaro y Mauricio Macri aún es un interrogante en el aire. Por lo pronto, Argentina no forma parte en el borrador de viajes que tiene el flamante presidente brasilero. Chile y Estados Unidos tendrán sus primeras visitas. Respecto a la economía regional, su futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, anunció que consideran que “el Mercosur está sobredimensionado". Argentina, -cuyo principal socio comercial y receptor de productos industriales es Brasil- espera ver si sus políticas coinciden con la campaña. Mariano Beldyk, al respecto, opina: “Estamos muy atados a lo que es la evolución de Brasil, y la realidad es que el gobierno está trabajando para coincidir en algunos puntos con Bolsonaro en lo que respecta, por ejemplo, a la situación del Mercosur, donde no hay tantas diferencias en el discurso de flexibilizar al bloque. Cambiemos ha intentado impulsarlo sin la suerte de que Michael Temer, un presidente débil, que coincidía en la idea, podía realizarlo. Obviamente, por el momento todo es una incógnita”.
Este es, así piensa y así quiere actuar Jair Bolsonaro, quien será el nuevo presidente de Brasil a partir del 1 de enero y buscará devolverle seguridad y confianza al sistema político brasilero. Resta ver si será dentro de los límites de la democracia y si el pueblo brasilero puede imponerse a sus ordenanzas militares.
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