Por Juan Pablo Di Iorio
Con la llegada del nuevo presidente del Banco Central (BCRA), Guido Sandleris, se impuso un nuevo régimen cambiario y monetario con el fin de ponerle freno a la corrida cambiaria de este año. También, el nuevo rumbo busca mermar el estallido inflacionario de los últimos meses. Sin embargo, las nuevas medidas guardan muchas similitudes con las que provocaron dicha crisis.
La nueva política del BCRA se puede dividir en dos ejes: el monetario y el cambiario. En cuanto a lo monetario, se abandonaron las metas de inflación por un plan más ortodoxo: el control de los agregados monetarios, en otras palabras, el dinero circulante y los depósitos bancarios. El objetivo es que la emisión sea del 0% desde la implementación del plan hasta junio de 2019. Uno de los principales instrumentos serán las Leliq, las Letras que emite el máximo ente bancario nacional para regular la cantidad de pesos en el mercado.
Por otro lado, en cuanto al mercado cambiario (el del dólar), el BCRA impuso un sistema de bandas de flotación, en contraposición a la “flotación sucia” que se había implementado anteriormente, la cual consistía en que el Banco Central intervenga (vendiendo o comprando dólares) cuando le parecía acorde, y no con una regla prefijada. En cambio, las bandas de flotación comprenden un límite inferior y uno superior donde el dólar podrá subir y bajar libremente. En caso de llegar al techo planteado, el Banco Central estará autorizado a vender hasta 150 millones de dólares diarios para mantener a la moneda entre las bandas. Por otro lado, si se llega a un determinado piso, el ente monetario nacional estará autorizado a comprar dólares (vendiendo pesos) con el fin de subir el valor de la moneda estadounidense y que se mantenga en la zona de no intervención.
El primer problema surge en este último punto, debido a que el Banco Central podrá optar entre comprar los dólares emitiendo pesos (poniendo en riesgo la meta de 0% de crecimiento de la base monetaria) o dejar que el dólar continúe cayendo, se atrase, fomente la importación y vuelvan los problemas con la balanza de pagos. Esta última opción es vista con malos ojos desde el FMI; por lo que se optaría por comprar dólares para reducir la oferta de la divisa norteamericana, para así mantener la moneda estadounidense dentro de la franja utilizando las Leliq, es decir que vuelvan los pesos emitidos al central en forma de inversión y no comprometer la meta monetaria.
Las Leliq serían el segundo gran problema, ya que, básicamente, se tratan de letras del BCRA que pagan una tasa actual del 61% anual y sirven como una forma para controlar en el corto plazo la cantidad de pesos en la economía. Aunque, en definitiva, es emisión monetaria a futuro, porque en algún momento dichas letras deberán ser pagadas produciendo una aceleración de la inflación. Ahí radica el gran problema. En el 2016, tras el desequilibrio monetario que había dejado el kirchnerismo, se optó por usar las LEBACS (instrumento muy similar a las Leliq) con el fin de neutralizar parcialmente la emisión de pesos producida por el pago de los "dólares a futuro", el alto nivel de emisión heredado de la gestión del ex presidente Alejandro Vanoli y la compra de dólares al Poder Ejecutivo por la toma de deuda que realizaba en el exterior. Esta situación se mantuvo provocando que hayamos llegado a tener un stock de 1,2 billones de pesos en LEBACS para marzo de 2018, cifra que se fue reduciendo a lo largo del año pagando los intereses, pero no renovando las letras. Esa fue una de las principales causas de la inflación de este año, pero en lugar de reconocer el error y terminar con este mecanismo, se decidió contrarrestar el efecto con la colocación de las mencionadas Leliq y, de esta forma, continuar en el mismo círculo vicioso.
Lamentablemente, Argentina ya se ha acostumbrado a acomodar sus medidas económicas a las consecuencias electorales que tendrán, en lugar de tomar decisiones acorde a los objetivos de largo plazo que se busca alcanzar. Un último ejemplo de esto es la designación de Sandleris al frente del BCRA, economista del riñón del ministro Nicolas Dujovne. Este gesto es una demostración de la poca independencia que tiene el Banco Central desde el famoso 28D (conferencia de prensa a fines de 2017 para anunciar el aumento en las metas de inflación) y la posterior renuncia de Federico Sturzenegger. En consecuencia, dicha pérdida de credibilidad e independencia se traduce en desconfianza en la población en el central y una caída de la demanda de dinero, haciendo imposible así cualquier política anti inflacionaria.
“Las cosas no cambian; cambiamos nosotros”-Henry David Thoreau. Ojala algún día cambiemos.
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