Por Tomás Onorato | @Onorato_Tomas
Una pareja santafesina lleva 3 años fabricando robots a base de envases plásticos recuperados. El fenómeno ya está presente en varios comercios de la Argentina, como una promesa de evolucionar para seguir reciclando uno de los desechos más masivos del país.
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¿Es un ave? ¿Es un avión? No, es Bo-Tito, el eco guardián. Un robot de alrededor de 30 centímetros armado por envases plásticos desechados, que hace tres años viaja por el país hasta las casas de los niños y niñas. Actualmente, con presencia permanente en 15 puntos de venta, el juguete tiene varios motivos que constan de entre 32 y 50 piezas, todas reciclables, además de un kit para armar.
José María Rodríguez, o “Boti”, y Daniela Czajkowski son una pareja radicada en Carmen, al sur de la provincia de Santa Fe, que se dedica a fabricar productos reciclados o sustentables, como cuero de piel de pescado o juguetes ecológicos.
Según María Ramis, de Cooperativa de Trabajo de Recuperadores Urbanos del Oeste, entran aproximadamente 200 kilogramos de plástico promedio en cada una de las organizaciones de la Capital. La recolección va hacia la planta de PET (Tereftalato de polietileno, utilizado en la mayoría de envases domésticos) del Centro de Reciclaje de Buenos Aires. Su director de contenidos, Tadeo Jones, asegura que procesa entre 10 y 14 toneladas por día, a lo que agrega que entre un 25 y 30 por ciento de lo que llega a los centros verdes son plásticos.
Sin embargo, los creadores de Bo-Tito aseguran que, en el país, se tiran 12 millones de envases plásticos por día, 550 mil por hora. La mayoría son destinados a basureros a cielo abierto, lo que genera contaminación y suspensión en el terreno, un fenómeno irreversible que lo condiciona a la hora de cambiar su función.
“Cuando la gente me pregunta cuánto dura nuestro juguete, le respondo que lamentablemente 400 años, a veces 500”, contó preocupado Rodríguez, sobre el tiempo que tarda el plástico en degradarse. Cada robot del kit para armar siginifica 250 gramos de plásticos rescatados y un Bo-Tito armado equivale a 350. Al momento, hay producidos más de 4 mil kits y 2 mil robots, un equivalente a 1.700 kilogramos reciclados. “Hoy tengo dos hijos a los que les dejo algo que trascenderá sus vidas y las de sus nietos. Es como un mensaje en una botella que cuenta que, en algún momento, alguien se preocupó por cuidar el planeta”, reflexionó el diseñador.
Hacer a Bo-Tito requiere 170 procesos individuales. En el taller, cuatro personas trabajan de forma directa sobre la limpieza, el diseño, el ensamblado, entre otras, pero indirectamente participan más de 60 personas.
Los recolectores reúnen los residuos plásticos, principalmente, en los centros de reciclaje de Carmen, las localidades de Murphy y Venado Tuerto. Sin embargo, los creadores tienen el constante apoyo de la comunidad: “Tenemos mucha gente que voluntariamente nos ayuda con la recolección del plástico, incluso desde la provincias vecinas. Si nos falta un material, a veces recurrimos a convocaciones vía Facebook y la gente también colabora”.
Una vez en el taller, lo primero que se hace es separar los residuos para seleccionarlos como piezas. Luego, pasan por una instancia de limpieza. En primer lugar, a nivel ultrasónico, para terminar con un lavado en un producto clorado de cero toxicidad. “No trabajamos con residuos de mayor escala que la doméstica para asegurarnos que la suciedad con la que puedan ingresar sea altamente controlable por nuestra gente”, explicaron.
Después del lavado, las partes que integrarán el juguete son perforadas. En esa instancia, también se decide cuáles serán destinadas a robots definitivos y cuáles al kit para armar. Este último tiene un formato más simple, viene con todos los elementos necesarios más un instructivo infantil, escrito y dibujado. La idea de los emprendedores es que los niños aprendan la técnica de ensamblaje, para luego poder repetirla las veces que se desee con materiales de su propio hogar.
“El juguete armado es mucho más complejo porque lleva nuestra huella”, se jactó la pareja, a lo que Rodríguez agregó: “La clave de Bo-Tito es la expresión, por eso reservamos las mejores tapas para hacer lo que es la cabeza. Pueden llegar a pasar meses hasta que les llega su momento”.
Una vez terminado el proceso, sus hijos, Ema y Lorenzo, son los que deciden si el juguete está apto para salir a la venta, los creadores argumentan que si un chico les puede decir si le gusta o no, “lo demás es harina de otro costal”.
Fuera de su misión ambiental, los ganadores del premio en PROESUS 2016 (Programa de Emprendedores para el Desarrollo Sustentable) tienen una visión sobre los derechos a jugar y aprender de los más pequeños, su objetivo es “educar a simple vista”.
“El desafío más grande es que todos los elementos que componen a ese objeto no tienen que estar deformados. Cada una de las tapas, envases o encastres naturales de Bo-Tito debe encontrarse tal cual las vemos en casa, así educamos. Ver a la gente sorprenderse por descubrir los productos que tienen en sus casas es lo que me pone más contento del diseño”, explica orgulloso “Boti”.
Además, el producto varía de acuerdo a la realidad económica del consumidor. Si un champú de cierta marca está muy caro y las personas empiezan a usar otro, el envase cambia, por ende, también el robot. “A través de su basura se marca tendencia”, bromean sus creadores.
“Modelos de negocio innovadores, como es el caso de Bo-Tito, demuestran que residuos pueden ser insumos tras su correcto tratamiento”, señaló el director de Innovación para el Desarrollo Sustentable de la Nación, Prem Zalzman. Luego, el funcionario que participó en distintas etapas del proyecto, añadió: “Son económicamente rentables e incorporan la vertiente ambiental y social, un cambio paradigmático fundamental, porque a raíz de ellas se pueden desarrollar nuevos modelos de negocios, nuevas empresas”. A ello Tadeo Jones agrega que “proyectos como Bo-tito permite a las personas autogestionarse y generar creativamente una salida laboral que reinserte en la economía uno de los desechos que mayor volumen tiene y que hoy afecta muchísimo a los suelos y océanos”.
La producción de Bo-Tito espera varios crecimientos en lo inmediato. En primer lugar, por haber sido seleccionada en el programa gubernamental “Manos a la obra”, del Ministerio de Desarrollo Social, por el cual están a la espera de que maquinaria que facilite los procesos de perforación y recuperación de los residuos gastados. Lamentablemente, en este momento, no existen máquinas cuya función sea rescatar tapas, ya que para las grandes industrias es algo tan barato que, si tienen un defecto, la tiran. Todo el taller, además, está concebido para utilizar la menor cantidad de recursos energéticos posibles Por ende, tanto para la perforación como para la recuperación, se requiere un láser de baja densidad, que pueda funcionar a 12 voltios. Eso significa que un panel solar podría abastecer de energía a todo el proceso de perforación. José María Rodríguez confió que también se están llevando a cabo estudios para poder hacer el primer Bo-Tito con movimiento propio, potenciado por el sol.
Fuera del taller, el juguete ecológico busca moverse a los medios gráficos y digitales. “Cuando nosotros creamos a Bo-Tito sabíamos a dónde íbamos pero terminó evolucionando sólo, de una manera muy sana. Ahora estamos desarrollando un cómic, ya estamos muy avanzados con los guionistas. Nuestra prioridad es la inclusión”, relató la pareja. La publicación está ideada como una historia que puede transformarse en una serie web de cinco capítulos.
Ambos confesaron que se vuelve un poco difícil desarrollar la acción, ya que el robot no tiene armas pero el objetivo es que trabaje desde la enseñanza sobre el comportamiento de los seres humanos en lo ambiental. Para ello, surgirá un ayudante dentro y fuera de la ficción, que le permitirá construir lo que necesite para lograr su fin.
Así nacieron los “Conec-titos”, pequeños eslabones plásticos que se unen entre sí, hechos 100% con material rescatado. Trascendiendo su personaje en papel, estos conectores tienen la posibilidad de convertirse en revestimientos de muebles, paredes o pisos, pero también en los escenarios de las aventuras del juguete. A ellos se sumarán mascotas con el formato de Bo-Tito y también elementos de transporte ecológicos, como patinetas o monopatines.
“En el futuro, también queremos proponer una aplicación amigable con el objetivo de enseñar cómo hacer el juguete en casas de todo el mundo. Un plan a nivel más global y universal”, los emprendedores ecológicos planean que los usuarios adquieran las mismas herramientas que se usan en el taller, luego descarguen la aplicación gratuita que tendrá los planos para hacer al menos cinco tipos de robots. También, esperan incentivar o hasta facilitar la llegada de plásticos de otras partes del mundo.
Por último, el “primer juguete sustentable patentado en América del Sur” reconocido por la Cámara de Senadores de Santa Fe ya tiene un réplica de tres metros y medio de altura, hecha con 45 piezas a base de desechos de mayor tamaño, como tambres de 200 litros. La escultura ya ha pasado por Buenos Aires y hoy se encuentra en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agrícola) de Catamarca. Próximamente, se desarrollará otro taller de gran formato para volver a construir un ejemplar de esa altura, con el objetivo de colocarlo en algún espacio público de gran exposición como donación.
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